No temas porque yo estoy contigo

Esta página ha sido diseñada para transmitir mensajes cristianos. El que Cambio Mi Vida, nace con la idea de poder llegar a otras personas que como yo un dia creyeron que no habia esperanza. Solo puedo decir que el Señor me ha enseñado a depender de El, a confiar en El y me ha preparado para servir en el ministerio como consejera, maestra, amiga y procuro servir de la mejor manera. Estoy muy agradecida por su amor y su perdón, por lo que hizo por mi, cuando ya nada tenía sentido. Estoy segura que para el Señor nada es imposible, rompe limites y para El no existen fronteras. Jesús te ama y por eso declaro que su fidelidad es grande y su amor eterno. Bienvenido y bienvenida a este blog y espero que sea de mucha bendición para tu vida.

martes, 6 de diciembre de 2011

Diario Devocional

La mujer sabia edifica su casa; la necia, con sus manos la destruye. (Prov.14:1)
Se cuenta de una mujer que todos los días iba a la iglesia, se encargaba como voluntaria de hacer la limpieza, se esmeraba en todo lo que podía hacer. Durante su oficio siempre estaba cantando, tenía una bonita voz e inspirada hacia cuanto podía y era muy admirada por los demás. Un día faltó al ensayo del coro y el pastor dispuso pasar por su casa a visitarla. Cuando el pastor tocó a la puerta salió el esposo, fue la oportunidad de conocerse. El marido de esta hermana era apático, muy serio. Sentados en el sillón de la sala el pastor comenzó a decirle cuan admirada era su esposa para toda la iglesia. Le dijo: Su esposa es de mucha estima para todos nosotros, canta tan bonito, es dispuesta, siempre nos ha colaborado en la iglesia y nunca ha dicho que no. Hoy vine a visitarla porque no la vimos en el ensayo. De veras, contesto el hombre. Qué bueno que piensen así de ella, no así en la casa, ella siempre está gritando, no lava la ropa, vea en el baño para que confirme lo que digo, me pone a lavar los platos, hacer comida y tengo que alimentar a los niños, para ir aseado al trabajo debo lavar mi ropa y plancharla. No entiendo dijo el pastor, no puedo creer lo que me dice. Lo invito a la Iglesia, tal vez ustedes tienen algunas diferencias porque es necesario que Cristo gobierne en ambos corazones. El hombre le dijo: Jamás yo iré a su iglesia ni a ninguna, para ser como mí esposa, si hay infierno mejor me voy con el diablo, pues el infierno ya lo vivo desde ya.
El día siguiente llegó la hermana a la iglesia y muy dispuesta agarró la escoba, iba cantando. El pastor, la estaba esperando sentado en un sillón. La saludo y ella muy amable le respondió. El pastor le dijo: Hermana venga, siéntese, deje esa escoba, vamos a platicar. Ayer estuve en su casa y tuve la oportunidad de platicar con su esposo. En ese momento ella, lo interrumpe y le dice: ¡Ah, claro! sin duda habló pestes de mí. El pastor la dejó hablar, a ella se le olvidó que estaba en la Iglesia, que estaba hablando con el pastor y habló como suelen hacerlo las necias. El pastor muy paciente esperó a que ella terminara de hablar. Finalmente, le dijo: Hermana, usted tiene problemas. Hoy no va a ensayar, no va a hacer la limpieza, vaya para su casa, ordene su casa y atienda a su marido. Aquella mujer se enfureció y le dijo: mejor me voy de esta iglesia. El pastor le contestó: hermana, tómese su tiempo. Lo único que le puedo decir es que la mujer es corona de su marido (Prov.12:4), usted debe ser alabada por su esposo y sus hijos (Prov.31:28), usted debe edificar su casa, no actúe como una necia (Prov.14:1), usted es una hija de Dios. Ella no escuchó los consejos, se fue airada para su casa. Aun cuando el pastor fue a buscarla ella no abrió la puerta: Pero algo ocurrió, aquella primera visita fue el camino que Dios utilizó, el pastor siguió viéndose fuera de casa con el esposo de esta mujer. Fue de mucha alegría aquel día en que este hombre aceptó a Jesucristo como su Salvador. Paso un tiempo en que Dios estuvo trabajando en este hogar, finalmente ella reconoció su error, fue restablecida en su puesto hasta cuando supo que la familia es su primera iglesia, que debía honrar a su marido, que no se puede tener dos caras y que a Dios nadie lo puede engañar. Reconoció que debía edificar su casa en lugar de destruirla con sus manos y acciones.

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