Proverbios 15:33 El temor del Señor es corrección y sabiduría, la
humildad precede a la honra.
Mientras todas las cosas van bien nada hay de qué
preocuparse. Pero cuando viene la prueba sentimos hundirnos hasta lo profundo
sin poder hacer nada. Falta el aire, la luz se opaca, las tinieblas aparecen y hay un vacío por donde uno va cayendo que no
tiene fin. Luego, al final de lo
profundo, donde nadie está sino solamente uno divagando con los problemas o la situación
que le está tocando vivir, sea una u otra, sin poder hallar una solución, hay una luz de esperanza. En ese momento es preciso aferrarse a esa luz
y seguir el camino, pues lo conducirá a una salida, a flote y respirar
nuevamente, cobrar fuerzas y decir: me levanto en el nombre de Jesús. Estoy
vivo y por tanto lucharé y venceré.
Cuantas personas hoy amanecieron rendidas, sin fe, sin
esperanza, sin ganas de vivir, creyendo que ya todo se terminó. Tienen sus
brazos rendidos hacia abajo, con la mirada perdida y sin ganas de luchar una
vez más.
Yo he meditado en esto, he cruzado el valle de muerte, de
sombras, de frío soledad, he vivido en algún momento de mi vida como en un
desierto, más de una vez quise morir, pero de allí me ha sacado el Señor. Si alguno o alguna persona está pasando por
una difícil situación, no se rinda, sino crea. Solamente crea y tenga fe que no
está sola, que el enemigo pretende destruirle, para arrebatarlo y echar su
cuerpo y alma en el infierno, pero Dios dice que el único vencedor es Jesús y
que aun Satanás y sus demonios le están sujetos. No hay otro camino que ir por el camino de
Dios. El temor del Señor es corrección y
sabiduría, la humildad precede a la honra. (Proverbios 15:33).
Jesús ha vencido al mundo: Estas cosas os he hablado para que
en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he VENCIDO
al mundo. (Juan 16:33).
Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta
es la victoria que ha VENCIDO al mundo, nuestra fe. (I Juan 5:4).
Somos vencedores, no vencidos. Antes, en todas estas cosas somos más que VENCEDORES
por medio de aquel que nos amó. (Romanos 8:37).
No dude, nunca, nunca, jamás, que Dios es poderoso para
levantar al caído, darle fuerzas al que no tiene ningunas y poder declarar, soy
libre por la sangre de Jesucristo, el enemigo no tiene derecho, ni soy parte de
su heredad porque ya tengo dueño.
Animo, su vida está en el control de Dios.
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