Si él fuere hombre de bien, ni uno de sus cabellos caerá en tierra; mas si se hallare mal en él, morirá. (1 reyes 1:38)
Cuando las intenciones del corazón son buenas y uno hace lo correcto no hay nada que temer, pero cuando se hacen las cosas a hurtadillas, en el murmullo, en el secreto mal intencionado tarde o temprano todo caerá por su propio peso.
Dios conoce el corazón del hombre, ha venido luchando con la humanidad, dando consejos, advertencias, mandamientos y reglas para que el hombre se conduzca. Desde la caída del hombre cuando entró el pecado, Dios nos ha venido diciendo por cual camino debemos andar, que debemos hacer, como debemos hacerlo, como andar en vida plena, con sanidad en el alma y que los pasos sean rectos, a fin de evitar que el hombre se pierda.
Uno de los hijos de David el rey de nombre Adonias, hijo de Haguit, que nació después de Absalón, procuró usurpar el lugar de su padre, pues a voces daba a entender que él era el rey y se rodeó de gente que lo apoyara y que no estaban con el rey David. Pero David, yaciendo en cama pidió a Natán el profeta por intercesión de Betsabe la madre de Salomón, que éste fuera su sucesor. David ordenó que fueran a ungir a Salomón como el nuevo rey de Israel y así fue.
Una vez descubierto su delito Adonias sintió miedo de que lo mataran y se fue a esconder asido de los cuernos del altar, pues el mismo sabía que había cometido traición al rey. Pero Salomón dijo: Si él fuere hombre de bien, ni uno de sus cabellos caerá en tierra; mas si se hallare mal en él, morirá (1 Reyes 1:38). Lo mando a traer y lo envió a su casa.
Para que andar con temores, traiciones y dejarse llevar por las ambiciones, es mejor tener un corazón limpio, andar en rectitud, verdad y obediencia, que es lo que el Señor nos demanda. No creer que es propio lo que no le pertenece. Cuide su alma, entréguela a Cristo el dador de vida y vida eterna. Hay uno que tiene el poder de echar su alma al infierno.
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