Haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os
ultrajan y persiguen (Mateo 5:44.b-)
Que puede uno aborrecer. Pues a hacer lo malo. Muchas
personas viven para aborrecer a otros. Se hacen enemistades a muerte. Cuando realmente hemos creído en Dios, desde
ese momento debemos dejar a un lado todo rencor, resentimiento, rechazo hacia
otras personas. Dios nos hace nuevas criaturas y el que nace de nuevo deja atrás
lo viejo.
El amor fraternal se demuestra más con acciones que con
palabras. Muestra solicitud a otros no buscando honor para sí mismo, sino prefiriendo
que otros reciban renombre.
Debemos ser diligentes, con plena conciencia de la urgencia
de hacer cambios pero que sean positivos, limpiando lo dañado, perdonando como Jesús
nos enseñó. El mensaje de salvación es de vida no de muerte, no hay lugar en un
corazón que ha sido limpiado que albergue todavía vestigios malignos.
El que espiritualmente ha muerto no tiene que sacar otra vez
lo enterrado. Muchas personas no viven su presente por vivir recordando aquello
que les hicieron. No perdonan y si vuelven a nacer volverán otra vez con los
mismos sentimientos, cosa que no debe ocurrir.
Pídale ahora mismo al Señor, le limpie su corazón, le sane
sus heridas, cicatrice todo dolor, pero para ello deberá primero perdonar. Aunque no es fácil hacerlo, es la mejor
medicina para comenzar a sanar un corazón enfermo. Límpiese de toda maldad, no puede ir cargando
en sus espaldas una carga que cada vez crecerá y no podrá con ella. Honre al Señor.
No se preocupe por sus necesidades, Dios sabe lo que usted
necesita, siempre mire el mañana como vendrá la provisión a su vida cualquiera
sea la necesidad. Tenga seguridad que Dios cumplirá sus promesas.
Comuníquese con el Señor cada día a través de la oración. La oración del justo puede mucho. Dios le fortalecerá (Lucas 18:1, I Ts.
5:17). Comparta las bendiciones de Dios
con otros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario